Hace
mucho tiempo, en aquella era mitológica, había un hermoso palacio de radiantes
cristales de roca en lo más profundo del Océano Pacífico. Allí vivía Icaca, una
hermosa mujer quien era hija del Rey Neptuno y de las Aguas.
Ciertas
noches de tempestad, donde el Dios de los Mares desencadenaba los más terribles
y temibles vientos que agitaba las olas
del Océano, Icaca escapaba de su palacio para navegar hasta lo más alto de las
ag
Una de
las tantas veces que Icaca se encontraba en esta situación, una embarcación se destruyó
ante sus ojos, quedando totalmente destruida. Apareció un apuesto joven que
luchaba contra las gigantes las, apresurada Icaca fue a salvarlo tomándole de la
mano. Tito, el joven víctima de la tragedia de los mares, admiró a su heroica y
bellísima salvadora y se atrevió a ofrecerle su corazón, que ella aceptó, ya
que ambos se habían quedado profundamente enamorados.
Pasaron
3 años de este venturoso amor, pero Diana la Diosa de la Noche, envidiosa de
tan perduro amor, dirigió a Neptuno, el padre de Icaca, a este lugar, quien
observó de lejos a dos amantes abrazados el uno del otro. Totalmente furioso
lanzó a Icaca y Tito a lo más lejano de su imperio, estos atravesaron la
atmosfera, yendo a caer en el centro de la América del Sur, exactamente a las
faldas del Illimani y del Illampu.
Tito,
que era mortal, se ahogó en las alturas del espacio por donde atravesaron,
Icaca inconsolable, convirtió a su amado Tito en una colina y ella,
deshaciéndose en llanto, se convirtió en un inmenso lago que rodeaba las
colinas y haciendo de ella una isla.
Los
nombres unidos de ambos desventurados amantes formaron el "Titicaca",
que tiene el lago y la isla.
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